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Hasta acá el jugador más desequilibrante del Mundial 2014 se llama Arjen Robben. El extremo derecho no para de correr, no le importa los minutos que hay que jugar. Está listo para 90 o 120 como el otro día frente a Costa Rica. Les exige a sus compañeros que se la den. Los rivales sólo lo paran con falta. No se le cae una gota de transpiración. Parece “un robot”, pero no lo es.
“Puede ocurrirle a cualquier hombre en cualquier momento y puede llevar a consecuencias terribles. No hay que rendirse”. Las palabras salen de la boca de Robben en su peor momento. En 2004, cuando era jugador del Chelsea, el holandés reveló que padecía una enfermedad importante: cáncer de testículos. La intervención quirúrgica fue exitosa, pero sus problemas psicológicos se profundizaron. “Tenía mucho miedo. Me aterraba no poder volver a pisar una cancha de fútbol. Estaba sumergido en una profunda depresión”, cuenta años después Robben. Sin embargo, con mucha ayuda y gracias al libro de la autobiografía de Lance Armstrong, quien también logró superar un cáncer, Arjen logra salir adelante. Hoy todo esto es como una fea anécdota para él, pero demuestra su costado más humano, ese que no se ve dentro de la cancha.
El trabajo de Louis Van Gaal y de Patrick Kluivert en Holanda es ejemplar, pero Holanda no sería lo mismo sin Robben. El equipo nuevamente se mete en las semifinales de un Mundial y no quiere que le vuelva a pasar lo de siempre: no ganar el Mundial. La Selección Argentina es el próximo rival y el DT Alejandro Sabella está lleno de dudas: ¿quién va a marcar a Robben?, ¿cómo lo van a marcar?, ¿es mejor que Argentina tenga la pelota o es preferible que la maneje más Holanda?
Las respuestas se verán mañana en el estadio de San Pablo, pero el indicado a impedir que Robben haga lo que hace será Marcos Rojo. Está claro que solo no podrá. Deberá recibir la ayuda de Ezequiel Garay y de Ezequiel Lavezzi. Entre ellos tres deberán impedir que Robben no se asocie con Robin Van Persie o con Wesley Sneijder para crear las jugadas de ataque, intentarán molestarlo lo más posible para que el holandés no enganche y patee al arco y en lo posible no deberán cometerle muchas faltas. La pelota parada holandesa está llena de recursos que pueden ser peligrosos para Argentina. Tanto Robben como Van Persie o Sneijder pueden rematar directamente al arco o buscar una cabeza de algunos de los defensores.
La buena noticia para Argentina es que Nigel DeJong está desgarrado y que el marcador central Ron Vlaar está en duda por un golpe en la rodilla. Allí, los holandeses pierden marca que Lionel Messi y Gonzalo Higuaín pueden aprovechar. Lo bueno también es que Messi todavía no apareció en todo su esplendor y cuando menos se lo espera puede sorprender. Además, los dirigidos por Sabella lograron algo que Holanda todavía no pudo. Aprender a jugar cuando el “as de espadas” no funciona. De todas maneras, Argentina debe estar más concentrada que nunca porque Holanda juega a “oler sangre”. Si te descuidás te lo hacen pagar enseguida. Ya les pasó a España, a Chile y a México.
Argentina sabe que Robben va a estar. Que la va a pedir siempre, que va a correr todo el partido, que no va a dar ninguna bola por perdida, que va a intentar simular algunas faltas, que se va a quejar con algunos compañeros si no se la dan. En resumen, que se va a parecer a “un robot”. Pero también sabe que aunque no lo demuestre mucho es un ser humano. Y todos los seres humanos cometen errores o tienen malos días. Ya lo demostró en la final del Mundial 2010 y en la final de la Champions 2012. Puede fallar. A eso apunta Argentina para detenerlo en su mejor momento y cuando todo lo que hace le sale bien.
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